Un centro comercial para romper prejuicios

El nuevo mercado de Inca, en Mallorca, se acerca al edificio urbano modélico
 
Un centro comercial puede ser un edificio modélico. La nueva arquitectura consiste más en borrar antiguos prejuicios que en idear nuevas filigranas. Charmaine Lay y Carles Muro han tardado una larga y paciente década en construir el nuevo mercado de Inca, en Mallorca. Y el edificio resultante es un espacio público con una plaza ciudadana, un aparcamiento, un supermercado, un centro comercial y, por supuesto, un nuevo mercado. Con las viejas calles rodeando el renovado espacio abierto, el mercado-centro comercial es un edificio bajo frente a las construcciones bajas del casco histórico y crece para albergar oficinas frente a las nuevas edificaciones de la plaza.

El nuevo mercado de Inca, en Mallorca, obra de Charmaine Lay y Carles Muro.-

Lo sobresaliente es que todos los cambios siguen el sendero trazado por una cubierta-rampa que, zigzagueante, dibuja la sombra de los mercaderes, entra en el recinto y trepa hasta las oficinas para unir lo desunido y dibujar así una idea de ciudad plural y sin embargo cohesionada. Así, a la compacta fragmentación del casco histórico, el nuevo edificio opone una continuidad volumétrica que tiene más de camino que de imposición. Aun estando allí, por fin terminado, es un proyecto que propone una idea de arquitectura serena y futura.

Detrás de la demolición del antiguo mercado de la ciudad estaba la habitual búsqueda de ampliar los metros cuadrados de explotación sumada a la mala conciencia que obliga (cuando afortunadamente existe) a dotar a los centros urbanos de espacios públicos. Lay y Muro hicieron magia. Hundieron aparcamiento y supermercado, sin quitarles la luz, y trabajaron para que el proyecto emergiera del suelo y creciera suavemente -de los puestos a los despachos- como crecen los niños, casi sin que nos percatemos hasta que uno repara en su altura. La cubierta de madera podría ser un suelo ascendente y es una cinta que une todas las tipologías que convergen en la plaza (mercado, aparcamiento, oficinas y centro comercial) y que se inclina y asciende en zigzag, abriendo nuevas aberturas para que la ventilación y la iluminación naturales se cuelen a través de una celosía metálica.

La continuidad -con el programa, con el barrio- y la discontinuidad -con el antiguo mercado rodeado de calles y coches- se dan cita en este proyecto sin paradojas. Como apunta Luis M. Mansilla en una publicación sobre el mercado de Inca editada por Lampreave, el proyecto realiza a la vez una suerte de movimiento centrífugo (liberando espacio para la plaza pública) y centrípeto (recolocando la pérgola que protege a los mercaderes y conduce, perimetralmente, al mercado).

Así, parece sencillo porque no revela el esfuerzo que siempre es una convivencia. El camino de madera es el proyecto. Es su cubierta y es la cara que contemplan los vecinos que miran la plaza. ¿Trataron Lay y Muro de idear una nueva tipología? Este proyecto demuestra que no buscaron revolucionar las viejas tipologías, pero debieron esforzarse en hacerlo. Al final, la idea de trascender a la condición objetual de un edificio y vincularlo a la ciudad pasa por exprimir el potencial urbanístico de la arquitectura. Y eso es definir de nuevo. Redefinir el lugar sin borrarlo. Al revés, subrayándolo.

Anatxu Zabalbeascoa, Barcelona: Un centro comercial para romper prejuicios, EL PAÍS, 5 de septiembre de 2011