‘Arquitectura viva’

El intelectual, el arquitecto, el pintor o el filósofo que no lea a menudo Arquitectura viva se enterará sólo de la misa la media. Puede que esa persona, pese a todo, se considere informada pero no estará de ningún modo vivificada. Este año se cumplen tres décadas de esta publicación mensual, lo que puede equipararse en España con la eternidad. Y ello sin fases o épocas desmayadas. Al revés, sus números han proporcionado nutrición sin tasa para aficionados y profesionales.  Renzo Piano en un libro de conversaciones —La responsabilità dell’architetto, publicado en 2004— y ahora reeditado, declaraba que si la arquitectura reparte tantas ideas sabrosas es porque se alimenta de todo. Decía: “Yo mezclo las disciplinas como un pintor los colores. No busco las diferencias entre artes y ciencias… No busco las disonancias sino las resonancias”.

Ciertamente, hay edificios que suenan, pero los mejores son aquellos que resuenan. Resuenan hasta emitir borborigmos como su apabullante intestino gigante para la Fundación Pathé de París y resuenan desde hace poco en España en CaixaForum (Zaragoza) de Carme Pinós o en el inmenso órgano suspendido de Herzog y Meuron para la Filarmónica de Hamburgo. Esto sin contar con los arpegios de Zaha Hadid para el Jockey Club de Hong Kong o su coreografía de torres vermiculares para el Wangjing Soho, en Pekín.

Todo este tutti frutti se muestra en Arquitectura viva gracias al empeño técnico y estético de Luis Fernández-Galiano que de un inicio con casi nada ha logrado todo el prestigio internacional. En general, como sentenció Vázquez Consuegra (Palacio de Congresos de Sevilla), no es lo lleno sino el vacío lo que impulsa el proyecto arquitectónico. Pero, a la vez, nada más sonoro que un impacto sobre el espacio hueco. Desde los vacíos, el arquitecto canta, copula o desentona. Los dos últimos proyectos de Gehry, el uno gélido para la Fundación Louis Vuitton y el otro supercaliente para el museo de Panamá, representan ejemplos de opuestos cantos sicalípticos.

Foster, Moneo, Piano, Vázquez Consuegra o Mangado son arquitectos cuya partitura emite una contenida voz pero que discurre tan majestuosa y elegante que el cuerpo cultural es seducido por ella.
¿Tendencias? Como en las pasarelas, en buena parte de la arquitectura se llevan hoy los reflejos, las lamas, las escamas y los zócalos que evocan una metáfora de la veleidad y la ingravidez. 
Barozzi Veiga, auditorio para la Filarmónica de Szczecin (Polonia)
Barozzi Veiga, auditorio para la Filarmónica de Szczecin (Polonia)
Lo inadecuado sería proyectar hoy edificios severos porque incluso cuando parecen disciplinados, como el Mercado Barceló en Madrid o el auditorio de la Filarmónica en Szczecin (Polonia), lucen una sugestiva lencería exterior. En el extremo opuesto parecería situarse el Museo Soulages, en Rodez, de RCR Arquitectes, puesto que sus muros son de acero cortén. Sin embargo, no es tampoco el caso.

Pierre Soulages, nacido allí en 1919, es el máximo representante del tachismo y sus cuadros aman el negro. ¿Pero el negro-negro? El negro, repite este artista, posee la cualidad de reflejar la luz y transmutarla en incontables colores. ¿Consecuencias? He aquí la más elemental: para tiempos de crisis y luto, destellos de verbenas y secretas ferias, el ideal soñado de un posible porvenir festivo.

Vicente Verdú: ‘Arquitectura viva’, EL PAÍS, 20 de marzo de 2015