La herida abierta del expolio artístico nazi en Austria
Han
pasado siete décadas desde el fin del horror nazi y en Austria sigue
aún abierta la herida causada por el expolio de obras de arte que, en
muchas ocasiones, acabaron colgadas en museos públicos, y cuya restitución
fue durante décadas ignorada por el Estado y aún hoy es motivo de
polémica. El
debate recobró fuerza este mes con la negativa a devolver el Friso de
Beethoven, un mural de Gustav Klimt, robado y devuelto luego a la
familia propietaria y comprado por el Estado en 1972 en una operación
que los herederos denuncian fue forzada. En ese asunto, como en todo lo
que tiene que ver con su pasado nazi (1938-45), la actitud del Estado
austríaco estuvo marcada durante años por la tesis de que no fue un
colaborador sino la «primera víctima» de Adolf Hitler.
Una
interpretación de la Historia cuestionable, pero reconocida en el
derecho internacional, y que no comenzó a cambiar hasta mediados de la
década de los años 1980. Y en el arte, el cambio vino forzado desde
afuera. A
finales de 1997, la Justicia estadounidense confiscó dos obras de Egon
Schiele, propiedad del Museo Leopold de Viena, que formaban parte de
una exposición en el MOMA, bajo la sospecha de que habían sido robadas
por los nazis. La batalla legal por una de las piezas, «Retrato de
Wally», sólo se resolvió en 2010 cuando el Leopold, una entidad
privada, pagó 14,8 millones de euros para recuperar el cuadro.
El
Gobierno austríaco se apresuró a aprobar en 1998 una norma que obligaba
a los museos públicos a investigar sus fondos para detectar piezas
robadas, generalmente a familias judías. «Austria realmente ha
hecho muchas cosas mal hasta la década de los años 1990. Hubo muchas
negligencias. En todo lo que respecta a restituciones e indemnizaciones
no había buenas condiciones previas», opina Eva Blimlinger, rectora de
la Facultad de Bellas Artes de Viena. «Pero de la ley de restitución
del arte de 1998 se puede decir que tiene un carácter modélico»,
asevera en declaraciones a Efe.
Blimlinger
coordina la Comisión de Investigación de la Procedencia, creada con la
ley de 1998 para analizar sistemáticamente la «limpieza» de las
colecciones públicas. Esa norma acabó con la indiferencia que Austria
mostró durante décadas sobre el asunto de la restitución, cuando las
leyes dejaban en las víctimas toda la responsabilidad de buscar los
bienes robados. La Comisión actúa de oficio y tras analizar cada caso,
formula al Ministerio una recomendación no vinculante, pero que siempre
se cumple, sobre si procede o no, como en el Friso, la restitución. En
sus 17 años de vida ha recomendado la devolución de miles de objetos,
entre ellos cuadros, libros, fotografías, muebles, sellos, cartas,
porcelanas, vehículos y hasta animales disecados. Aunque los
expedientes que afectan a obras de arte muy conocidas son los más
llamativos, Blimlinger asegura que el hecho de que un museo público
pueda perder un tesoro artístico no afecta su trabajo. «Lo primero es
la responsabilidad de devolverle a los dueños lo que les pertenece, así
sea la catedral de San Esteban», asegura. De hecho, niega que la
Comisión sufra presiones políticas: «Si así fuera, saldría
inmediatamente» de la misma.
Sophie
Lillie, por su parte, una de las mayores expertas en arte robado por
los nazis, asegura que Austria ha hecho «un trabajo muy importante pero
aún hay cosas por hacer». Explica que más que un bloqueo consciente o
malintencionado de las restituciones, la actitud austríaca fue durante
décadas la de «no hacer nada» y ser lo que llama «activamente pasivos». Pese
a reconocer que la ley de 1998 ha mejorado la situación, Lillie
advierte de que está lejos de ser perfecta como, a su juicio, demuestra
el caso del Friso de Beethoven. «Creo
con toda seguridad que el Friso debería haberse restituido»,
opina sobre un caso en el que la Comisión decidió por unanimidad que no
hubo relación entre el veto a sacar la obra del país tras su
restitución en 1945 y su venta al Estado en 1972 por un precio inferior
al del mercado.
El
principal problema -afirma la experta- es que las decisiones de la
Comisión no son apelables ni se puede acudir a la Justicia común. «Es
una ley de autorización, lo que significa que el Ministerio puede
devolver propiedades de las colecciones estatales, pero yo, como
afectado, no tengo ninguna opción de opinar», explica. Además, Lillie
denuncia que se trata de un «proceso que tiene lugar a puerta cerrada»
mientras que su opinión, Austria
es «juez y parte» a la hora de decidir sobre si se restituye o no una
pieza. Por eso, la experta asegura que aún hay asignaturas
pendientes, como las colecciones privadas como la del Museo Leopold,
que no caen bajo la jurisdicción de la ley al no ser de propiedad
pública. Ese
museo expone la colección particular de su fundador, Rudolf Leopold, al
que muchos expertos acusan de haber adquirido piezas sin preocuparse de
su origen. Hasta la fecha, el Museo Leopold ha declinado restituir
ninguna obra y ha optado siempre por llegar a un acuerdo financiero con
los dueños originales de las piezas.
EFE, Viena: La herida abierta del expolio artístico nazi en Austria, ABC, 21 de marzo de 2015